Saturday, December 27, 2008

A veces todos necesitamos simplemente acostarnos en el pasto y mirar las constelaciones, dibujar mapas y trazar caminos. A veces está bueno ponerse los auriculares a todo lo que da y cantar "I can't look at you/ you're so beautiful", envolverse en buzos gigantes y despertarse con la certeza de haber soñado algo placentero. A veces, sólo a veces, es lindo olvidarse del celular, de la televisión, del mundo. Caminar descalzo y tomar agua de lluvia, manejar cuando no hay nadie en la calle, dormir hasta cualquier hora, comer una bandeja entera de masitas de Navidad. Estrenar un vestido nuevo, nadar hasta quedarse sin aire y reencontrarse con alguien después de no verlo por mucho tiempo. Armar la valija, juntarse con amigos, brindar. Mirar fotos viejas, colgarse acordándose de un buen momento, irse a dormir cuando ya hay luz.
A veces, pero sólo muy pocas veces, es lindo no pensar, no preocuparse, no preguntarse.

La verdadera pregunta radica en qué hacer con el otro tiempo, el que sobra, el que no es a veces sino siempre, todo el tiempo, constantemente, o aunque más no sea muy seguido.

Monday, December 8, 2008

Era otoño y las hojas empezaban a amontonarse en las veredas, las calles, los capós de los autos y los techos.
A Laura le encantaban las mañanas, cuando se levantaba y veía el mundo en amarillos y naranjas, intocado. Todavía no había pasado el barrendero, los autos no habían teñido todo del negro de sus aceites y los zapatos no habían ido formando pilones dispersos.
El mismo ritual se sucedía, una y otra y otra vez. Cada mañana representaba una pequeña versión del Edén. Sentirse la única en el mundo, la primera en ver la lluvia de colores cálidos.
Caminaba a la estación buscando hojas nuevas y distintas, que apilaba en diarios abajo de enciclopedias para armarse su herbario.



Los otoños se sucedieron, las hojas crecieron y volvieron a caer, y Laura nunca abandonó su amor por los restos del verano.
Pero la primera vez que fue a lo de Juan y vio su acolchado rojo, sus fotos ampliadas de árboles cargados de pesadas hojas amarillas y su despertador puesto a las cinco y media, supo que había llegado el momento de la primavera.
De su primavera.



Foto cortesía de Jennifer Berot. ¡Gracias Jen!

Sunday, November 30, 2008

Junto con Nanu, redactamos la siguiente teoría:

Mientras que las mujeres hacen como Kamthatka ( vease http://www.youtube.com/watch?v=GSA4yYRGiVM) y apuestan todas sus fichas a uno, los hombres hacen con las minas como en el TEG: apuestan a varios países, así si la pierden es sólo una más.

Pedimos entonces hombres con los huevos bien puestos y ganas de jugarse por Kamchatka.Si estás de acuerdo con nuestra teoría, gritale al mundo que vos no sos ninguna ficha de TEG.

Hemos dicho.

Wednesday, November 19, 2008

Alfa


Era un empezar algo nuevo, entrar a un lugar desconocido, aprender a moverse en los laberintos y recovecos de otra persona. Desencriptar sus significados, desenmarañar sus hilos de pensamiento como un ovillo de lana, con cuidado de no enredarlo todo más, de no confundirse. Desfragmentar su disco rígico, sintetizar sus señales en un único mensaje: me gustás.

Agarrar el bisturí del análisis de texto y descomponer los subjetivemas, las modalidades, los deícticos puros de espacio y tiempo. Nosotros, yo, te.

Memorizarse sus redes de significaciones, reptar entre las telarañas de su mundo circundante sin perturbarlo, buscar los secretos que susurraban sus neuronas y enterarse de lo que sentía cuando la veía, lo que consultaba con la almohada antes de irse a dormir, y en lo que pensaba cuando la nombraban.

Y era también un frustrarse con sus ideas inconclusas, con sus mensajes contingentes y particulares.

Porque encontrar los ejes de lectura en su discurso, las metáforas de sus ganas y los eufemismos de cuánto le interesaba se estaba volviendo un trabajo tedioso, incierto, desconcertante.

Thursday, November 6, 2008

Los ojos miraban fijo, grandes, a lo que tenían enfrente. Serios.
Las cejas no se movían, inexpresivas.
De pronto, los ojos se achinaron, y arrugas aparecieron a los costados. Se cerraron algunos segundos, mientras las cejas temblaban por encima, y volvieron a abrirse. Miraron al frente con intensidad.
Se bajaron. Las pestañas se revolearon y los ojos volvieron a mirar. Este procedimiento se repitió algunas veces, cada vez más rápidamente.
Finalmente, los ojos se cerraron del todo, relajados. Volvieron a espiar un poquito cada tanto, mirando entre las pestañas.
Volvieron a abrirse del todo tímidamente, con miedo a mirar adelante.

El beso había terminado.

Sunday, October 19, 2008

Declaraciones de amor I


Es una obsesión, un amor de gorda quinceañera, una historia imaginada de telenovela. No es tangible, no es real.
Todo eso pensaba Ramona mientras caminaba a la estación trabajosamente. Cuando llegó al cruce con la avenida, el muñeco carmesí titilaba. Se decidió a esperar; a su edad ya no estaba para correr, para que la bocineen.
Se encontró con Alberto en el pasillo de su departamento y nerviosa se acomodó el pelo, con miedo de que se le saliera la peluca.
- ¿Podemos hablar?
- Sí. - El corazón le titilaba a un ritmo desenfrenado. ¿Necesitaría un Valium o iba a decirle lo que estaba esperando hacía tanto tiempo?
- Ramona, yo sé que estamos grandes, que las jubilaciones no nos alcanzan para nada, que vos tenés tus nietos y yo los míos. Pero me enamoré de vos como sos, sin disfraces, sin pelucas ni dentaduras. Me enamoré de cuando le pegás a la tele porque no funciona, de cuando vienen tus nietos y sacás la mejor vajilla, de tus chinelas que te dan tanta vergüenza. Me enamoré del olor a tu fijador de pelo, de que gritás cuando atendés el teléfono y de tus aros de perlas.
Y yo sé que estoy viejo y no te puedo ofrecer campos de flores ni alzarte en brazos, pero si querés, si aceptás, le pido a mi hijo plata y me compro una moto, me tiño de negro y me tatúo tu nombre en mis biceps. Porque quiero que caminemos juntos, ya sea con andador o silla de ruedas. Quiero que nos quejemos juntos de que aumentó el precio de la leche y que tomemos los mismos medicamentos. Que me acompañes al médico y yo te lleve a la pedicura a sacarte los callos.
Quiero invitarte a comer, llevarte al cine y que aprendamos juntos a usar el DVD. ¿Querés?

Y en ese preciso momento, a las cuatro y treinta y cinco, dejó de ser imaginario, dejó de ser parte del nuevo programa de Reina Reech, y el living con sillones apelotonados y humedad en las paredes vio a dos jovencitos enamorados con los años en la mirada.

Saturday, October 4, 2008

Historias de amor IV

On est tout simplement un samedi soir sur la terre...




Un homme et une femme se retrouvent et PLAF, c'est l'amour. C'est l'idylle, la perfection, le désir.
Ils vivent leur joie tout seuls, s'aimant tendre et violemment. Ils se cherchent, se profitent, se soutiennent.
Lorsqu'il tentent de le partager, ils se trouvent face à un mur de doutes. Sa famille à elle ne l'aime pas; il est artiste et mal élevé. Les amis à lui la détestent; elle est superficielle et possesive.
Et c'est là que commencent les disputes à propos du beurre ou de qui cède plus souvent.
Le désir commence à se perdre, la perfection à s'effacer doucement.
Sa famille à elle et les amis à lui ne cessent de répéter qu'ils l'avaient déjà averti: ils sont juste pas faits l'un pour l'autre.
L'homme et la femme se laissent emporter par tout cela et sentent avec certitude que quelque chose ne va pas.
Un jour, tout d'un coup, ils entament une grande discussion et finissent par s'en aller dans des différentes directions.
"Son problème est qu'il est artiste et ne pense qu'à sa création.."
"Mais tu sais, je l'aime mais elle est trop superficielle pour moi..."

Et c'est là que, tel qu'il est arrivé en premier lieu, PLAF, l'amour s'en va.
Et l'homme et la femme restent tout seuls.

Monday, September 29, 2008

Me irrita muchísimo la gente que hace apología de su ignorancia. Yo puedo entender que alguien no sepa el año de la caída del Imperio Romano, o no se acuerde la capital de Guatemala, pero que se ría después de preguntar en qué año empieza el cristianismo y diga "ay yo en historia soy un cero", "y bueno, lindo y tonto" o incluso "yo soy así de hueco" me saca.
Me exasperan de sobremanera los que dicen que no pueden leer mas de dos líneas de algo que no sea la Cosmopolitan, los que sólo hablan de la nueva temporada de Wanama y constantemente preguntan el precio de lo que usan los demás.
Y todo esto viene de una persona con un insaciable instinto marketinero y consumista.
Pero que asuman que lo único que son es una cara bonita, o que aquello por lo que los demás los conocen son sus piernas largas, me saca de quicio. Que hablen de adoptar "nenitos de color, porque me encantan" para que combinen con sus pieles, me provoca una ira irracional. Y más aún, que pretendan que todos nos transformemos a la medida de su sociedad estúpida y nos volvamos modelos (figurativa y literalmente) es algo que no puedo tolerar. Que querés que te diga, yo no soy tan dócil y no me dejo impresionar por su frivolidad y su belleza de cartón. Porque cuando llueva, van a desteñirse y lo único que va a quedar de su discurso superficial es el eco de las neuronas en su mente y el convencimiento absoluto de que la piel lo es todo.

Wednesday, September 24, 2008

Tengo un fetiche con las carteras, los collares y las relaciones frustradas. Me encanta coleccionarlos, inspeccionarlos, dibujar nuevos y sacar a relucir viejos. Nunca tengo demasiados, y aunque ya no tengo lugar para seguir guardándolos, sigo comprando más, diferentes, originales, multicolores. Y por mucho que trate de convencerme de que le ponen color y alegría a mi vida, son y van a ser lo que siempre fueron.

Frustrantes e inútiles.

Thursday, September 18, 2008

Es ese sentirse en paz consigo mismo, esa sensación de que el árbol floreció, los pájaros aprendieron a emigrar y las malezas quedaron cubiertas por la nueva siembra.
Es ese sentimiento de que, junto con el aire que respirás, se van yendo las impurezas y toxinas de tu pasado.
Es ese leño quemándose en la chimenea de tu presente, y esas nuevas zapatillas que te lucen tan bien.
Es ese viejo anillo que sigue brillando en tu dedo, y la mejor ducha después de una caída en el barro.
Es ese olor a suavizante en tus sábanas, y la felicidad de encontrar la calle desierta cuando sólo te querés ver a vos mismo.
Es ese buzo cuando tenés frío, y la lluvia en tu ventana.
Es esa valija esperando a ser armada, y ese abrazo cuando necesitás un sostén.

Es ese bienestar. Es esa estabilidad. Es esa paz que, por sobre todas las cosas, es.

Tuesday, August 26, 2008


Encontrar lo simple en lo complicado, separar lo rebuscado y lo hiperbólico de lo crudo y lo real. Exponer en toda su luz las cosas como son, y mostrarse ante el flash de los demás con nuestras psicosis, nuestros defectos, nuestras marcas de nacimiento y angiomas.
Porque, aunque nos cueste, no nos guste, o querramos evitarlo, lo simple está. Y si es A, es A. No es B, por ahí sea J pero en realidad me quiso decir Z.
Busquémoslo. Encontrémoslo. Simplifiquémoslo.
Seamos y dejemos ser. Estemos y dejemos estar. Desenrosquémonos y dejémonos ser desenroscados.
Porque no hay nada más lindo que las autopistas, las rayas y los cordones.

Tuesday, August 12, 2008

Y yo que sé. Supongo que necesitaba dejar pasar un tiempo sin escribir, dejar de revolver sobre lo mismo, dejarme estar. Y como las piedras que se erosionan con el viento, y los libros que se ponen amarillos con los años, desgastarme un poco y dejar de desilusionarme por unos meses. Dejar de arriesgarme, dejar de buscar, dejar toda la nada que (no) tenía.
Porque si lo pensás, ¡es tan raro que nazcamos con la piel perfecta, sin una sola mancha, arruga o lastimadura, y vayamos marcándonos con cada caída, con cada travesura, con cada idea loca de tirarse del balcón! Que lo que para otros es un moretón más, para vos es la vez que él te hizo cosquillas y te caiste contra su cómoda.
Y por ahí necesitaba sentirme con la piel lisita, sin cascaritas ni frutillas, por un tiempo.
Pero creo, me parece, supongo, sospecho, que ese tiempo terminó. Que tengo ganas de dejarme marcar, de recuperar mi joie de vivre, de retomar las riendas y olvidarme de la idea de que todo tiene que ser siempre igual.
Porque la que no es igual soy yo.
Y eso cambia las cosas.

Monday, June 30, 2008


Extraño cambiar figuritas, tomar agua de lluvia y ladrarle a los perros. Jugar al Verdad Consecuencia, cantarle a la vieja que está en la cueva, el timbre y el boletín. Las hebillas rojas, la pollera kilt, el elástico y la siesta. La mancha venenosa, las maratones y los retos por hablar en clase. Las fiestas hasta las 9, los lentos y la botellita. Los campamentos, los sandwiches que me hacía mi mamá y las piñatas. Los cumpleaños con animadora y mago, y los concursos de dibujo que una vez gané con "Blancanieve y los siete enanitos". Las clases de artes plásticas y el olor a cerámica, los pooles y pelearse por el subibajas, el tobogán y el castillo inflable. Los millones de regalos en tu cumpleaños, y las pantuflas con ositos, las bombachas de Winnie Pooh, las hojas nº3 y la pluma con tinta azul. Los dictados, el teorema de Thales y decirle "mamá" a la maestra por equivocación. Izar la bandera, los actos del 25 de mayo, 11 de septiembre, 9 de julio, 20 de junio, 17 de agosto. Pintarse la cara con un corcho quemado y el baile de piernas en el himno.
Y supongo que, más que todo, extraño preocuparme por aprender a multiplicar y no saberme los presidentes del período 1880-1916.
Más que nada extraño ser una niña.
Yo y mi manía de dividir a la gente en grupo tienden a creer que hay dos tipos de gente en las relaciones: los que tienen tendencia a estar en relaciones largas, y los que tienen tendencia a durar poco y arder mucho.
Por algún motivo, los primeros suelen ser más escatológicos, más moderados y menos impulsivos. Son los que se aburrieron de festejar los cumple mes y los que no creen que el hombre tiene que pagar siempre o regalar flores.
Los segundos, en cambio, son más inseguros, más pasionales y más reservados. Son los que se cansaron de volver a empezar, los que creen cada vez que sí terminó el juego, y los que tienen la certeza más absoluta de que van a quedarse solteros y morir rodeados de tazas sucias y gatos llenos de pulgas.

Sunday, June 22, 2008

Yo no


Guardé todo en una caja y lo metí en el placard. Literalmente.
Guardé muchisimas cosas que prefiero olvidarme por el momento, pero saber que están ahí si tengo ganas de revivirlo. Sé que eventualmente voy a querer dejarlo atrás del todo, pero por algún motivo hoy, en este momento, no puedo.
Me gustaría poder decir, como Neruda, que estan son los últimas versos que te escribo, pero sinceramente ya no sé. Todo se fue agrandando como una bola de nieve, y ahora ya simbolizás más de lo que fuiste, algo abstracto a lo cual no quiero volver, una masa informe de cosas que no quiero volver a revivir.
¡Es tan triste que todo se resuma en eso! En errores, en momentos feos, en recuerdos amargos.
Y no creo que radique en superarte o no, es otra cuestión: no puedo acordarme sólo de lo lindo. Sería mentirme, idealizar la situación, pensar que fue mejor de lo que en realidad fue.
Y puede que a estas alturas ya haya perdido lo relativo, y tenga una imagen distorsionada de la realidad, pero la verdad es que me hiciste más mal que bien. Me hiciste ver que las películas de Disney no muestran la realidad, y las relaciones el 90% de las veces salen mal.
Me encantaría tener mi final feliz y comer perdices, pero supongo que ahora no lo espero. Y por primera vez en mi vida, es cierto.

Wednesday, June 18, 2008

Historias de amor III


Las grandes historias de amor nacen de las situaciones más inverosímiles, menos románticas.


Fanny y Gustavo se conocieron en la Plaza de Mayo, en un piquete en contra del gobierno. Ninguno tenía del todo claro para qué estaba protestando con la cacerola, pero el sentimiento de impotencia generalizado que imperaba los habia llevado a estar ahí, sintiendo que hacían algo para manifestar su desacuerdo al desacuerdo entre el campo y el gobierno.
Fanny había ido con un grupo de amigos militantes de Macri, y Gustavo pasaba por ahí caminando y decidió quedarse unos minutos y retirarse dignamente con la conciencia más limpia.
A ella la habían pasado a buscar con el auto de improvisto y había salido como estaba, sin tapado ni bufanda. Y era de ese tipo de persona que SIEMPRE pueden tener un buzo más, que duermen con cuatro frazadas en invierno y que llevan siempre en la cartera un par de guantes o un gorro por si la temperatura baja sorpresivamente.
Aunque al principio el furor y la gente la hicieron entrar en calor, después de apenas veinte minutos, temblaba, y no de miedo precisamente. Sus dientes hacían más ruido que la orquesta sinfónica de Viena y sus labios habían optado por volverse violeta.
Gustavo estaba parado a apenas unos metros, y cuando escuchó un ruido, pensó que los gendarmes iban a venir a desalojar la plaza. Se dio vuelta con cara de susto y la vio, temblando, castañeando, bailando una danza silenciosa. Le ofreció su campera y con esa excusa, le habló de la barbaridad de la inflación, de que mañana iba a llover, y que se iba a ir volviendo porque trabajaba.
Por esas casualidades de la vida, vivían a apenas unas cuadras uno del otro, por lo que ofreció acompañarla a su casa antes de que se muriera de hipotermia, y mientras iban caminando a la parada, le frotó las manos para darle un poco de color y calor. Ella se sonrojó y el se dio cuenta que su misión estaba cumplida.
Y ahí nomás ella pensó que su historia quedaría muy bien contada en diez años, cuando tuvieran hijos y les preguntaran cómo se habían conocido.

Friday, June 13, 2008

Mi blog y yo estamos en un tiempo.

Friday, June 6, 2008

Historias de amor II

Las grandes historias de amor nacen de las situaciones más inverosímiles, menos románticas.



Elena era una persona muy distraída. Tan pero tan distraída que había perdido la libreta de la universidad dos veces, siempre salía con una media de distinto color, no había aprobado el examen de manejo porque se había olvidado de sacar el freno de mano y nunca se acordaba de llevar la plata para pagar los apuntes. No tenía ipod ni cámara de fotos ni ningún otro artilugio porque los había perdido, roto y prestado tantas veces que sus padres no querían saber nada con seguir invirtiendo en ese campo. Celular, sin embargo, sí tenía (el más viejo, el más barato, el que menos importara si, como era costumbre, se le perdía). Y no por cuestiones de moda, sino porque era imperioso que alguien la pudiera ubicar constantemente para recordarle el turno con el dentista, el parcial de estadísticas o la hora de la cena.
Una tarde de junio, Elena recibió un llamado a su casa de su mejor amiga, preguntándole un número telefónico. Después de revolver horas todas sus carteras, pantalones y camperas, llegó a la conclusión de que, una vez más, había perdido su teléfono y ni siquiera se había dado cuenta. Finalmente, su amiga le confesó que había recibido una llamada de un tal Darío que había encontrado su celular y la habia llamado a ella por ser el último número marcado. Le pasó el número del susodicho y Elena prometió llamarlo. Después de tres días en los que (por supuesto) perdió el papelito con el número, se olvidó de llamarlo y se volvió a acordar treinta y dos veces, arreglaron un lugar de encuentro para que él le devolviera lo que le pertenecía.
Ese sábado a la tarde, Darío esperó una hora y cuarenta y siete minutos a Elena, a quien se le había pasado la hora de encuentro y luego había perdido las llaves de su casa, se había olvidado de la calle donde la esperaba Darío y se había tomado el colectivo para el otro lado.
Finalmente, llegó. Charlaron un ratito, se miraron y se sonrieron mucho, y cuando empezó a hacerse de noche, Darío dijo que tenía una cena y Elena se acordó de que era el cumpleaños de su mamá y debían estar esperándola.
Se saludaron cordialmente, y cuando estaban a punto de irse en distintas direcciones, Darío le preguntó: "¿Me pasás tu número?"

Sunday, June 1, 2008

Historias de amor I


Las grandes historias de amor nacen de las situaciones más inverosímiles y menos románticas.
Un hombre (al que a partir de ahora llamaremos Aldo), y una mujer (a la que a partir de ahora denominaremos Betty) esperan, como todas las mañanas, el colectivo en Libertador y Congreso.
Aldo trabaja en una empresa de fletes y de noche estudia teatro en una escuela prestigiosa. Tiene treinta años, un divorcio y cuatro noviazgos frustrados. Vive en un mono ambiente y el único momento en el que sale los fines de semana es para pasear a su perra Cora. Se viste siempre de pantalón y camisa de manga corta, y es casi sistemático que si hacen menos de 20 grados usa un saco de corderoy marrón.
Betty es secretaria bilingüe en una multinacional y vive con su padre en un piso en Belgrano. Tiene dos ex novios y ciento cincuenta y dos llantos por amor. Sale de trabajar a las seis de la tarde y va a clases de Tae bo lunes y miércoles, a natación martes y viernes, y a comer con sus amigas los jueves. Tiene una vida ordenada, prolija y bastante monótona. Suele hablar mucho y se viste con botas altas, tapados hasta la rodilla y echarpes.
Aldo y Betty no se conocen, y a pesar de que ambos se toman el mismo colectivo en el mismo lugar, ésta es quizá la primera vez que coinciden, pues las probabilidades de que dos personas se tomen sistemáticamente el mismo 130 son ínfimas en relación a la cantidad de colectivos y de factores que determinan el momento de salida de cada uno de su casa.
El lunes, por ejemplo, Betty perdió treinta segundos buscando las medias rojas, y cuando llegó a Libertador, Aldo ya iba encaramado a la barra superior del vehículo, aplastado entre una mujer embarazada y una anciana con las compras del súper. El martes, sin ir más lejos, Cora se quedó sin comida y Aldo se vio obligado a ir al súper antes de ir a trabajar, por lo que se retrasó siete minutos y veintiocho segundos. Betty acababa de doblar la esquina de Juramento cuando Aldo vio por fin el banco de la parada. Y así sucesivamente.
La cuestión es que este viernes ambos están, al igual que mucha otra gente, esperando el maldito (¿o bendito?) 130. Llevan esperando dieciséis minutos Aldo, y veintiuno Betty. Por primera vez se ven, se miran de reojo, se hacen los distraídos y se vuelven a mirar.
Betty suspira, y Aldo aprovecha para preguntarle si tiene hora. Ella le anuncia que son casi las nueve, y él comenta en voz alta que es tardísimo, que qué barbaridad este colectivo, que su jefe va a incinerarlo. Betty le lanza apenas una sonrisa de indiferencia y sigue con su protesta muda, reticente.
Casi doce minutos más transcurren en ese silencio helado hasta que él da el primer paso: sin preámbulos ni rodeos le propone tomarse un taxi al punto que más les convenga a ambos y ahorrarse esta humareda de pasajeros furiosos. Ella, sin saber bien por qué, acepta mientras se convence que es sólo un viaje. Él no puede dejar de pensar que puede llegar a ser mucho más que eso.
Van en silencio, mirando cada uno por su respectiva ventana. El taxista escucha Ricardo Montaner y silba al son de "Tan enamorado". Aldo y Betty se miran de reojo y se ríen despacito.
Quince pesos con treinta y nueve centavos después llegan al punto intermedio que pactaron, Aldo paga a pesar de las protestas (mudas) de Betty y se baja rápido para abrirle la puerta.
El taxi se aleja rápidamente, y mientras lo último que se escucha es "Amo" de Axel, Aldo le sonríe y dice: "Ya es medio tarde para ir a trabajar... ¿y si vamos a tomar un café?"

Saturday, May 24, 2008


Es increible a qué extremos llega mi incapacidad de llorar que aunque sienta un nudo en la panza, necesite ponerme música triste o una película con un final trágico para poder dscargarme.

Y estoy cansada de que sea así. De no poder llorar, y de querer llorar también. Porque no soy una persona que llore. Soy una persona que se ríe.

Ni siquiera entiendo por qué estas cosas me molestan, cuando no deberían. Supongo que todo se remite a sentir que siempre la que quiso fui yo, y que nunca me apreciaron realmente. Fui siempre una especie de relación intermedia para pasar a otra cosa, un darse cuenta de lo bueno que estaba salir con una persona otra vez.

Y me aterra la perspectiva de seguir siendo sólo eso, de que nunca me quieran en serio.
Quien no arriesga no gana, es cierto, pero estoy tan cansada de arriesgar y perder...


Que creo que ya ni vale la pena seguir apostando.

Thursday, May 15, 2008

Es raro cómo una persona entra a nuestro inconsciente de manera imprevista, aprubtamente. Basta con una mirada, alguna que otra frase ingeniosa, o incluso una sonrisa de más para que esté dando vueltas en el caos de nuestra psicología interior.No tiene que ser necesariamente porque la persona nos guste o nos interese particularmente, pero con apenas uno o dos de estos elementos basta para que aparezca y desaparezca continuamente.Hasta ahí venimos bien.Mi duda es, ¿cómo se va? Pareciera que una vez que llegó, es difícil limitar su estadía ahí: cuantas más veces aparezca, más veces seguirá apareciendo, volviéndose progresivamente una plaga en nuestro cerebro, un maldito virus que atenta contra nuestro tiempo de reflexión.Quizá sea necesario que otra persona o cosa venga a reemplazar el tiempo que ocupábamos pensando en el anterior, o por ahí radique simplemente en una cuestión de no-pensar en no-pensar.
Ana tenía miedo de la oscuridad, de las cucarachas y de quedarse sola.
Tenía ciento doce llantos por amor y tres noviazgos frustrados. Muchísimas noches en vela tratando de descubrir qué estaba mal consigo misma, y peleas en las que se lo recordaban. Cincuenta y siete borracheras, cuatro cuadernos llenos de sus escritos, y doce viajes en avión. Doscientos trenta y tres libros leídos, cuarneta sesiones de terapia y siete materias aprobadas. Una vida estructurada y feliz, y varias ilusiones escondidas en un cajón.
No tenía un pasado digno de una telenovela de las tres de la tarde, ni un muerto en el placard. No tenía una belleza exótica ni una inteligencia sobrenatural, y no le ocurrían cosas extraordinarias.
Y, por sobre todas las cosas, nunca había tenido un verdadero amor, una realación de esas de película que van y vuelven, nunca había sido parte de esas parejas que simplemente están destinadas a ser y estar.

Wednesday, May 14, 2008


Creo que lo más difícil de estar solo no es el hecho de estar solo en sí, sino todo lo que eso implica. No sé si es peor que te estén preguntando constantemente "¿y vos? ¿en que andás? ¿algún chico por ahí?" o que exijan saber por qué no estás con nadie (¡si lo supiera no estaría acá hablando con vos!).

Además, tus conocidos suelen aparecer con candidatos "perfectos" para vos y tratan de arreglarte citas a ciegas (cosa más patética que eso no hay; ¡si quiero salir con alguien, puedo hacerlo sin necesidad de que vos me lo consigas!).

Sin embargo, sostengo fervientemente que lo más irritante es todo el tiempo libre que tenés para pensar... en otros. Para acordarte de los momentos lindos, de los feos, de las razones por las cuales no funcionó, de todo lo que hiciste mal. De preguntarte lo que podría haber sido, de dudar si no eran tan malos como parecían, y hasta de considerar seriamente volver a ponerte en contacto y comprobarlo por vos misma.

Evidentemente, todo eso se termina apenas conocés a alguien que ocupa tu mente y tu tiempo una vez más y que va a ser, en suma, el objeto de tus futuros pensamientos, una nueva historia por la cual remorderte y un nuevo muñeco carmesí al cual admirar en tu lista de msn.

Sunday, May 11, 2008

La vida es un subibaja, una montaña rusa, un boleto de ida y vuelta.

I

Te espero. Sé que algún día vas a llegar y vamos a ser como dos piezas de rompecabezas que se encastran. Vamos a abrazarnos y a formar un cubo, una naranja, un triángulo si vos lo querés así. La gente nos va a mirar y va a decir "Sí, mirá qué bien que quedan. Combinan."Pero a nosotros nada nos va a importar, porque yo me voy a haber pasado años esperándote, como Penélope pero sin las agujas. Y vos te vas a haber pasado años buscándome, atravesando las llanuras y montañas de otras, esperando siempre encontrarme en otros ojos y otras bocas. Porque fuimos al principio un ser andrógino separado y destinado a buscarse.Por eso sé que cuando me encuentres, todo va a estar bien. Sé que ya vas a aparecer y es por eso que te espero.

II

Apareciste de a poco, escabulléndote entre los obstáculos que diseñé a propósito, saltando trampas y superando miedos; ganándole en la pulseada infinita a mis guardianes y tirando abajo mis murallas. Trajiste viento de mar y manos de leñador, y me regalaste sonrisas de chocolate y abrazos de mazapán.
Callado, te fuiste apropiando de mi cabeza, y lograste que no me diera cuenta de nada hasta que te encontré paseándote a tus anchas por los caminos de mi inconsciente en el convertible de la ilusión. Y eso que ni siquiera tenías registro, y menos que menos cédula azul.
Me invadiste con tus ejércitos, conquistaste mis países y te adueñaste de mi mapamundi.
¿Y qué querés que te diga si te proclamaste dueño legítimo de mis propiedades, y ganador imbatible del TEG?
Disfrutáme.


III

Como un parapentista que se arriesga y salta a pesar de saber que su equilibrio es precario, que es tan inestable como una pluma y que una mínima ráfaga de viento puede hacerlo estrellar y caer a la velocidad de la luz.Pero que sabe también fundirse con el aire, mezclarse entre los pájaros, olvidarse por un minuto de pensar y disfrutar con los sentidos alerta de la tierra en miniatura, del mundo como si fuera un Play Mobile, de las montañas, el río, los autos y la gente unidos en una mirada.Así me siento. Así quiero estar.Lo único que espero es que la caída no sea abrupta, que no me estrelle cuando ponga los pies sobre la tierra, ni me olvide de cómo volar.

IV

Tu sonrisa se expande por kilómetros y desparrama un arco iris por el mundo, levantando vuelo a mi locura y felicidad. No es una sonrisa cualquiera, porque con apenas desplegar los labios, hacés lo que millones de dólares o un día soleado no logran: que todo el mundo sonría. Que todo MI mundo sonría.

V

Soy como un ovillo de lana. Tus manos me tejen, me entrelazan, me trenzan. A veces perdés puntos, pero siempre los emparchás, haciendo que no se noten los agujeros que me vas dejando. Invariablemente compensás todo el mal que me hacés, porque no puedo no perdonarte y te dejo volver sobre la misma línea varias veces, hasta que todo sale bien. Torpe pero pacientemente vas dándome forma, tus dedos fuertes van formando nudos de mí, poniendo esmero en cada detalle que hacés, para que cuando al fin termines esta bufanda, sweater y gorro de mí, puedas usarme para abrigarte, protegerte, lucirte. ¡Qué bien que te quedo!

VI

Descubrí que hay dos tipos de fumadores: los neuróticos, obsesivos que fuman hasta que empiezan el filtro, que se lo terminan en 5 minutos y ya están prendiendo otro; y los que fuman disfrutando, se toman su tiempo, lo apagan antes de terminarlo y se aseguran que no quede prendido.Si fueras un cigarrillo, te fumaría todo.

VII

Me retorcés y me enredás a límites insospechados. Me volvés loca, me hacés dar vueltas como si fueras un samba, y por más que intente agarrarme a la baranda, no puedo evitar marearme y, eventualmente, caerme. Un día quiero blanco, al día siguiente negro. Mañana me despierto color turquesa, y vos seguís inmutable, inafectado, tan pero tan soberbio, camaleón en tu selva de mensajes.
Y estoy dejando poco a poco mi cordura, mi racionalidad y mi orgullo; abandonándolos al costado del camino, desnudándome de mis corazas, exponiéndome casi sin querer, casi sin darme cuenta.
Violeta, amarillo, multicolor. Pintarte de todos los colores de mi paleta para que no puedas camuflarte, esconderte, escaparte. Para humillarte.

VIII

A veces el castillo de cartas sobre el que estamos parados se desmorona, se cae por una mínima ráfaga de viento, y lo que parecía sólido y estable, es en verdad efímero, igual que todo lo demás.Ante esta situación, se plantea una disyuntiva: volver a armarlo, u ordenar prolijamente las cartas en un mazo y olvidarse de la fosa, del viento y de nosotros en la cima de la torre.Al menos hasta que vuelva a llover y desempolvemos de algún cajón olvidado las ganas de armar castillos en el aire, de apilar cartas pacientemente, con cuidado de que un movimiento brusco no deshaga lo que tanto trabajo costó armar.


IX

Acabo de cerrar la tranquera de este camino, le puse un candado a mi reja, definí los límites de mi campo. Arrastré conmigo toneladas de emociones en mi tractor ilusionista y recorrí hectáreas de experiencias. Me clavé espinas y pude admirar los petirrojos de la estabilidad en un glorioso día de sol.
Pero todo eso se secó con el atardecer y al despuntar la primera estrella descubrí que la maleza había crecido en los senderos que tracé con al arado de mi empeño. Descubrí que ya no puedo volver atrás y sobre todo que no siento deseos de hacerlo.
La estaca se incrustó en mis pasturas y mi hacienda perdió toda fertilidad.
Algo murió y no es precisamente el ganado. Algo murió y creo no ser yo.
Es hora de comprar un campo nuevo y empezar una vez más con la siembra. Ojalá la cosecha sea más fructífera.

X

El mundo es como una gran mesa de pool y nosotros estamos ahí, esperando inmóviles en nuestro lugar a que otra bola nos toque con su movimiento y nos impulse, nos propulse, nos obligue a cambiar nuestro rumbo y dirigirnos a otro hueco fuera de nuestros planes. Porque así es como vamos creciendo y acercándonos a nuestra meta final; gracias al roce con otros que siempre, por más mínimo que sea, cambia nuestro camino.
Y de esta manera sigue nuestro juego, golpe a golpe y paso a paso, cambiando de dirección y errándole al objetivo, hasta el momento en que un choque certero nos expulsa de la ronda y sólo queda la oscuridad. La oscuridad y la paz que duran únicamente hasta el momento en que volvemos a colocarnos en el centro y nos dejamos moldear, permeables a lo que nos rodea y propensos a ser alterados.
¿Y mientras tanto? Esperar. Esperarte.

Thursday, May 1, 2008


Es como si me hubiera ido desgastando de a poco.
Parece que soy una versión devaluada de la que era, una espece de yo después de una recesión económica. Mi ingreso bruto literario sufrió una alta inflación, y su valor real ya no es el mismo. Mi risa perdió toda oferta, y el punto de equilibrio entre la soledad y la indiferencia es cada vez más bajo. La elasticidad de mi demanda de cariño tiende al infinito y la crisis generó una escasez de iniciativa. Los incentivos para mi producción de endorfinas son cada vez menores y, en resumen, mi producción dejó de ser rentable.
Lo único que queda por hacer es confiar en que mi estado de bienestar reactive mi economía sentimental mediante obras públicas o, en el peor de los casos, que un nuevo inversor venga con intenciones de volver a construirme.

Monday, April 28, 2008

Producto de ver tantas películas de amor y series baratas, me di cuenta que más que un trabajo reconocido, una casa plagada de cosas lindas, una biblioteca gigante con escalera corrediza y muebles de caoba, unos hijos rubios y llenos de barro, lo que más me costaría resignar sería la fantasía de tener un amor de esos que te emocionan, que siguen estando siempre sin importar las peleas o las metidas de cuernos en el medio, un amor puro y verdadero, un amor interminable, lleno de escaleras caracoles y dudas. Un amor que a pesar de todo eso, siga siendo amor.
Un amor que me siga dando ganas de amar.


Y conste que, paradójicamente, odio la palabra "amar"

Sunday, April 20, 2008

No se muy bien cómo se supone que funciona todo este asunto de hacer el duelo y superar a alguien, cuánto tiempo se supone que hay que esperar entre novio y novio, si se debe o no hablar mal del anterior, si es que acaso es normal no hablarse más.
Lo único que sé es que ayer me puse a pensar en todo ese asunto del karma y me tranquilicé. Por un lado porque sé que, al menos hasta ahora, no hice nada lo suficientemente cruel como para que vuelva con un efecto rebote, y por el otro porque entendí que no voy a ser yo criticándote u odiándote la que logre que recibas lo que te merecés. Mr Karma se va a encargar de eso.
Y por eso quiero dejar de lado todo resentimiento y reconciliarme con mi pasado. Disfrutar del sol y el olor a café de los domingos, de los clichés y de todo lo que implica crecer.
Y, sobre todo, quiero volver a ser la que era y sonreía. Quiero volver a ser. Y eso no puede ser malo.

Monday, April 14, 2008


Es como si por h o por b no pudiera dejar de pensarte del todo. Y no tiene sustento en el hecho que quiera algo más con vos, o que me haya quedado algo pendiente (o quizá si) sino más bien en que no puedo explicarlo, y cuanto menos trato de pensarte más te pienso.
Juro que trato de acostumbrarme a dejar de acostumbrarme, a perder las costumbres, pero mi cerebro se retoba y deja de hacerme caso. Cuanto más trato de censurarte, más me acuerdo. Basta con que alguna imagen mental venga a irrumpir mi tranquilidad para que me pase todo el viaje en colectivo con una sonrisa triste y un puchero agridulce.
El punto es que me cansa, me satura. Porque no tiene ningún sentido, y no puedo dejar de pensar hasta qué momento voy a seguir acordándome, y si es que acaso nunca vas a soltarme del todo.
Anoche, sin ir más lejos, no podía dormirme. Estaba en ese estado entre el sueño y la vigilia y se me ocurrió contar ovejas. Las veía perfilarse en el campo y saltar la tranquera con bastante facilidad. Uno, dos, tres. Había flacas, gordas, petisas, negras, blancas, con mucha lana, casi peladas. Dieciocho, diecinueve. Me imaginaba a la chiquita que no podía saltar y pasaba por abajo, a la gorda que quedaba trabada en el medio, a la que tenía mucho pelo revoleándolo en el viento. Cincuenta y siete, cincuenta y ocho. Y de repente me vino la imagen mental de una oveja ensartada en el pinche de madera, la sangre sobre el blanco, y el entierro de la susodicha. Sus compañeras con un lazo negro en el cuello, una cruz y balidos de tristeza.
Ciento sesenta y dos. Ciento sesenta y tres.
Y así, sin pitos ni flautas, apareciste vos con un huracán de recuerdos, y ya no pude seguir con mi cuenta.

Sunday, March 30, 2008

Lloraba por todo. Lloraba por mucho más que la carrera. Lloraba por su puta costumbre de querer mucho y tanto, de encariñarse y sufrir. Lloraba por su incapacidad de crecer y optar, y por su necesidad de llorar.
Lloraba porque tenía muchísimos motivos pero ninguno valedero; lloraba porque no tenía por qué sonreír. Lloraba porque no se acordaba lo que era llorar; y lloraba por no poder llorar más.
Lloraba porque había perdido la fe y las ganas, y sólo le quedaba llorar. Lloraba porque odiaba la palabra llorar.
Lloraba porque estaba llorando.

Sunday, March 16, 2008

Es una sensación parecida a ese día que en tu familia hicieron waffles y los degustaste con aprensión, con ansiedad, pero ya no podés acordarte exactamente el sabor. Sabés que era algo delicioso, pero tus pupilas gustativas no pudieron guardar un recuerdo preciso. Solés comentar en voz alta "¡ese día, qué ricos esos waffles!" aunque la verdad es que ya no estás seguro de si lo eran o tu memoria lo transformó. A veces deseás volver el tiempo atrás para volver a comerlos, o te arrepentís de no haber congelado un pedazo para poder sacarte las dudas, pero luego te convencés de que eran simplemente dos waffles con dulce de leche, chocolate y helado de crema americana. Nada especial.

Admito que no puedo acordarme exactamente tu sabor, así que lo invento, lo dibujo, lo escribo. Espero que sepas perdonarme, pero ¡ese día, qué ricos esos besos!

Friday, March 14, 2008


Supongo que realmente radica en sentir que es figurita repetida, otra vez arroz, eterno y maldito retorno.

Tuesday, March 11, 2008

Quetren quetren


Empezar una relación es casi como subirse al tren.

Subís, te distraés con el que vende tijeras y fundas de celular, la que habla por teléfono a los gritos, los que se besan en un rincón, la vieja que se queja de sus dolores en la espalda, el grupo de amigas que gritan desaforadas las últimas novedades, la bocina que preanuncia la inminente cerrada de las puertas, el mundo. Y vos ahí, obnubilado por todo lo que te rodea.

Mirás por la ventana la estación, chequeás tu reloj, abrís tu celular, y cuando te querés dar cuenta ya estás en movimiento, las puertas se cerraron, tus pies perdieron el equilibrio y no hay vuelta atrás.

Ya arrancaste.

Sunday, March 9, 2008

Escena

Laura estaba esperando hacía bastante tiempo ya, sentada en su silla blanca. Se había cansado de contar los cuadraditos de las baldosas blancas, y el ajetreo de las mujeres vestidas de blanco sólo contribuía a aumentar su nerviosismo. Había tratado en vano de avanzar con la lectura de Rayuela pero en lo único en lo que podía concentrarse era en el número que iba cantando la recepcionista. Sesenta, sesenta y uno, sesenta y dos.
Le llamaba la atención, por otra parte, que los que esperaban estuvieran tan tranquilos, hojeando la revista Caras o leyendo algún libro, mientras ella se comía las uñas y movía ansiosamente los dedos de sus pies, de color carmesí.
El salón era espacioso y tenía mucha luz, y suponía que la proliferación de plantas tenía la intención de alegrar un lugar que de por sí era deprimente. Unos cuantos sillones estaban desparramados por doquier, y varios revisteros en las esquinas indicaban que la espera sería larga.
Finalmente, el número ochenta y nueve llegó, y con él Laura se dirigió al cubículo, casi temblando. Se desvistió rápidamente, como si quisiera deshacerse de un tirón de todo lo que eso suponía, y se recostó en la camilla.
Después de un rato en el que intentó blanquear su mente mirando las manchas del techo, escuchó entrar a quien la atendería ese día.
Suspiró y juntando fuerzas le dijo, con un hilo de voz: “Pierna entera, cavado y axilas por favor”.

Friday, February 22, 2008

Vi...


Abrí mi mochila del colegio, decidida a tirar todo, y lo primero que vi fue un ángel de yeso inmundo que me regaló mi ex novio y no tuve el coraje de tirar por vergüenza a lo que pueda pensar el portero.
Papeles sin importancia: cartas de amor y de cumpleaños, conversaciones mantenidas en clase con mi mejor amiga, anotaciones diversas, agendas rebosantes de stickers de Winnie The Pooh y letras de canciones de Drexler.
Un folio con la devolución de una orientación vocacional.
Hilos de colores; sobras del último collar que me hice en la playa, el que estrené la noche que conocí al cordobés que me apodó fresquita.
Bics azules, marcadores de todos los colores, gastados y no tanto, que nunca me tomé el trabajo de seleccionar y tirar.
Un CD con mi monografía de la Triple A que se apoya sobre un paraguas chiquito con la bandera gay, el mismo por el cual recorrí barrios enteros sin descanso para tenerlo sepultado descansando.
Muchísimos folletos de universidades y charlas informativas; restos de las tardes que perdí el año pasado tratando de encaminarme mientras en realidad me estaba perdiendo, me estaba desorientando en esa selva de carreras y alejándome cada vez más del punto de partida.
Revolví un poco más y me acordé lo que era tener el pelo cortito, dientes separados y ojos azules. Lo que era estar siempre sonriente y no pensar más que en dibujar, jugar al elástico y mirar el Chavo.
Pilas de figuritas de Hércules, Pokemon y lo que estuviera de moda esa semana. Late late, nola nola. ¿Me la cambiás?
El primer cuento que escribí, en el que un “ipopótamo trabieso” (verde e increíblemente parecido al de Pumper Nik), se hacía pis en la cama y se ganaba un reto de la mamá.
Vi a mi mamá, peinándome para ir al colegio, tirándome del pelo para hacerme una trenza con una hebilla roja que heredé y era mi orgullo. Vi el aerosol mata piojos que había inventado mi papá y sentí el olor agrio que te acompañaba en clase, en el recreo y hasta en el baño.
Mapas, gráficos y ejercicios de matemática eternos. Límites, asíntotas y logaritmos que colman y hasta invaden cuadernos llenos de apuntes del romanticismo y el naturalismo francés.
El olor a clavo de olor de la porcelana de mi mamá.
El mejor viaje de mi vida en ciento setenta y nueve folletos de museos y pases de subte. Tickets de creperías y una entrada al Louvre firmada por mis compañeros.
Papeles de pico dulce que fui amontonando en dos meses de noviazgo, tus manos toscas y un anillo que me regalaron que me infectó el dedo.
Mostacillas blancas, negras, amarillas, rojas, azules y verdes que usaba para hacer abejas y mariposas de alambre, que casi obligaba a mis familiares a comprar.
Un par de auriculares roto. Horquillas, gomitas, ganchos.
Un diario de viaje que, como es costumbre, no terminé.
Vi nueve sobres con plata que me daba mi abuela cada cumpleaños y una rosa seca.
Una tabla periódica gastada del uso y una calculadora dibujada con liquid paper.
Diplomas del secundario desparramados y fotocopias con ejercicios de inglés. For questions 1-8…
Vasos de más, agua en abundancia y largos en la pileta de natación. Mi gorra de baño, las antiparras y la profesora fluyendo.
Sonrisas y hoyuelos.
Estampillas, canicas de diferentes tamaños. La espera, el encuentro y la espera.
Un cuaderno con insultos a mi novio de los 13 años, y dudas existenciales acerca de la muerte.
Una manteca de cacao y labios paspados. Viento, frío y gorros de lana. Mis pies azules y la chimenea con la leña, las chispas bailando y mi papá escuchando Nana Mouskouri. Mi hermano y yo gritando, girando, bailando, igual que las chispas, al son de Xuxa y María Elena Walsh. Me dijeron que en el reino del revés nada el pájaro y vuela el pez.
Encontré mi primer par de anteojos enterrado entre cuadernos garabateados de incoherencias y diarios íntimos llenos de secretos y críticas.
La llave de un locker siempre vacío y el olor a la crema de manos de mi mamá impregnado en un pañuelo para el cuello.
Los apodos de mi papá y a mí colgada a su cuello como un monito.
Una caña de pescar sin estrenar comprada por capricho y celos.
Vacaciones arriba del auto, contar fititos y jugar al ni si, ni no, ni blanco, ni negro.
Coreografías de Chiquititas, peleas, partidos de volley y olimpíadas.
Exámenes, integradoras, parciales y pruebas sin previo estudio.
Al papá de un amigo al volante, cantándome el Twist del Mono Liso, enseñándome cada día un verso más.
Vi risas, fiestas y excesos. Vi noches divertidas y noches de helado y pañuelitos.
Vi mi desilusión, palpé mi tristeza, y me sentí renacer como el fénix.
Vi momentos kodak, vacaciones con amigas y besos en la playa.
Vi miedos y mentiras, inseguridades y chichones. Vi cicatrices y raspaduras y algún que otro pelo chamuscado.
Me vi.
Abrí mi mochila decidida a tirar todo y me di cuenta de que no podía tirar nada.

Sunday, February 10, 2008

He vuelto

Supongo que no puedo escribir porque en el fondo no quiero analizarme, inspeccionarme, abrirme y mostrarme como soy en realidad, como estoy en realidad.
Y no porque me dé vergüenza, pudor o timidez, sino porque yo misma no quiero saber en lo que me convertí, en lo que crecí.
Quizá sea por eso que me duele tanto leer mis escritos viejos, que intento pintar con mi paleta de letras y comas cosas aisladas a mis propios sentimientos, y que todo lo que escribo me parece insulso, insípido, carente de cualquier tipo de condimento que lo haga parecer un poco más de lo que es.

Escribir siempre fue mi terapia, y no estoy muy segura de querer psicoanalizarme y descubrirme más loca de lo que estoy, más retorcida y enrevesada de lo que me creo.
A pesar de todo eso... es tiempo de arrancar un nuevo cuaderno, un nuevo estilo de escritura y dejar atrás el anterior, delicadamente guardado en algún cajón, a la espera de ser desempolvado algún día, cuando las marcas y costras casi se hayan desvanecido y el agua de mar me haya cicatrizado.
¿Por qué será que el hombre se acostumbra tan rápido a lo nuevo, y tarda tanto en desacostumbrarse, en dejar de acordarse, en dejar?

Wednesday, January 2, 2008

1

Le dio una pitada a su cigarrillo, lo tiró lejos y entró al colegio sin verificar si se había apagado o no.
De la manera en que lo veía, había dos tipos de fumadores: los neuróticos, obsesivos que fuman hasta que empiezan el filtro, que se lo terminan en 5 minutos y ya están prendiendo otro y los que fuman disfrutando, se toman su tiempo, lo apagan antes de terminarlo y se aseguran que no quede prendido.Estaba convencido de que si Laura fuera un cigarrillo, la fumaría toda.


Se miró una vez más al espejo y, resignada, agarró sus cosas y se fue. De una manera u otra, siempre algo parecía faltarle. Mucha nariz, poco busto, demasiada panza. Muy maquillada, muy simple.
Hoy había optado por lo simple, por lo menos rebuscado posible. No se sentía con ánimos de innovar, de dar vuelta cabezas, de deslumbrar bicicleteros y adolescentes alzados.
Martín le gustaba demasiado. Era como un chocolate apoyado sobre la mesa cuando estás a dieta: una tentación insana, una adicción de la que no saldría nada bueno.
¡Qué lástima que era una persona y no un chocolate! Si lo fuera, lo lamería hasta deshacerlo.

Tuesday, January 1, 2008

Resoluciones para el 2008

1. Ser menos ingenua y no dejarme engatusar tan fácilmente.
2. Ser menos prejuiciosa
3. Lograr llegar a mi peso ideal de una vez por todas
4. Mantener contacto con mis compañeros del colegio y otros amigos
5. Tener buenas notas en la facultad
6. Mantenerme alejada de los hombres
7. Leer mi lista completa de libros a leer
8. Hacer más deporte
9. Aprender a manejar bien
10. Quererme más.