Thursday, May 1, 2008


Es como si me hubiera ido desgastando de a poco.
Parece que soy una versión devaluada de la que era, una espece de yo después de una recesión económica. Mi ingreso bruto literario sufrió una alta inflación, y su valor real ya no es el mismo. Mi risa perdió toda oferta, y el punto de equilibrio entre la soledad y la indiferencia es cada vez más bajo. La elasticidad de mi demanda de cariño tiende al infinito y la crisis generó una escasez de iniciativa. Los incentivos para mi producción de endorfinas son cada vez menores y, en resumen, mi producción dejó de ser rentable.
Lo único que queda por hacer es confiar en que mi estado de bienestar reactive mi economía sentimental mediante obras públicas o, en el peor de los casos, que un nuevo inversor venga con intenciones de volver a construirme.