Monday, April 28, 2008

Producto de ver tantas películas de amor y series baratas, me di cuenta que más que un trabajo reconocido, una casa plagada de cosas lindas, una biblioteca gigante con escalera corrediza y muebles de caoba, unos hijos rubios y llenos de barro, lo que más me costaría resignar sería la fantasía de tener un amor de esos que te emocionan, que siguen estando siempre sin importar las peleas o las metidas de cuernos en el medio, un amor puro y verdadero, un amor interminable, lleno de escaleras caracoles y dudas. Un amor que a pesar de todo eso, siga siendo amor.
Un amor que me siga dando ganas de amar.


Y conste que, paradójicamente, odio la palabra "amar"

Sunday, April 20, 2008

No se muy bien cómo se supone que funciona todo este asunto de hacer el duelo y superar a alguien, cuánto tiempo se supone que hay que esperar entre novio y novio, si se debe o no hablar mal del anterior, si es que acaso es normal no hablarse más.
Lo único que sé es que ayer me puse a pensar en todo ese asunto del karma y me tranquilicé. Por un lado porque sé que, al menos hasta ahora, no hice nada lo suficientemente cruel como para que vuelva con un efecto rebote, y por el otro porque entendí que no voy a ser yo criticándote u odiándote la que logre que recibas lo que te merecés. Mr Karma se va a encargar de eso.
Y por eso quiero dejar de lado todo resentimiento y reconciliarme con mi pasado. Disfrutar del sol y el olor a café de los domingos, de los clichés y de todo lo que implica crecer.
Y, sobre todo, quiero volver a ser la que era y sonreía. Quiero volver a ser. Y eso no puede ser malo.

Monday, April 14, 2008


Es como si por h o por b no pudiera dejar de pensarte del todo. Y no tiene sustento en el hecho que quiera algo más con vos, o que me haya quedado algo pendiente (o quizá si) sino más bien en que no puedo explicarlo, y cuanto menos trato de pensarte más te pienso.
Juro que trato de acostumbrarme a dejar de acostumbrarme, a perder las costumbres, pero mi cerebro se retoba y deja de hacerme caso. Cuanto más trato de censurarte, más me acuerdo. Basta con que alguna imagen mental venga a irrumpir mi tranquilidad para que me pase todo el viaje en colectivo con una sonrisa triste y un puchero agridulce.
El punto es que me cansa, me satura. Porque no tiene ningún sentido, y no puedo dejar de pensar hasta qué momento voy a seguir acordándome, y si es que acaso nunca vas a soltarme del todo.
Anoche, sin ir más lejos, no podía dormirme. Estaba en ese estado entre el sueño y la vigilia y se me ocurrió contar ovejas. Las veía perfilarse en el campo y saltar la tranquera con bastante facilidad. Uno, dos, tres. Había flacas, gordas, petisas, negras, blancas, con mucha lana, casi peladas. Dieciocho, diecinueve. Me imaginaba a la chiquita que no podía saltar y pasaba por abajo, a la gorda que quedaba trabada en el medio, a la que tenía mucho pelo revoleándolo en el viento. Cincuenta y siete, cincuenta y ocho. Y de repente me vino la imagen mental de una oveja ensartada en el pinche de madera, la sangre sobre el blanco, y el entierro de la susodicha. Sus compañeras con un lazo negro en el cuello, una cruz y balidos de tristeza.
Ciento sesenta y dos. Ciento sesenta y tres.
Y así, sin pitos ni flautas, apareciste vos con un huracán de recuerdos, y ya no pude seguir con mi cuenta.