Thursday, May 15, 2008

Es raro cómo una persona entra a nuestro inconsciente de manera imprevista, aprubtamente. Basta con una mirada, alguna que otra frase ingeniosa, o incluso una sonrisa de más para que esté dando vueltas en el caos de nuestra psicología interior.No tiene que ser necesariamente porque la persona nos guste o nos interese particularmente, pero con apenas uno o dos de estos elementos basta para que aparezca y desaparezca continuamente.Hasta ahí venimos bien.Mi duda es, ¿cómo se va? Pareciera que una vez que llegó, es difícil limitar su estadía ahí: cuantas más veces aparezca, más veces seguirá apareciendo, volviéndose progresivamente una plaga en nuestro cerebro, un maldito virus que atenta contra nuestro tiempo de reflexión.Quizá sea necesario que otra persona o cosa venga a reemplazar el tiempo que ocupábamos pensando en el anterior, o por ahí radique simplemente en una cuestión de no-pensar en no-pensar.