Tuesday, December 5, 2006

Llanto


Me di cuenta que hace semanas que no lloro. Eso no es normal y quiere decir que hay algo que no anda bien... por contradictorio que esto suene. ¿Ni con un libro? ¿Ni con una película? No.

Y si, hoy estoy sensible. No sé por qué, no creo que haya una sola explicación sino una conjunción de muchas que no me voy a poner a describir porque no sólo sería largo sino también aburrido.

Realmente estoy cansada. Es un tema que surge en tantos de mis escritos, es una constante en mi vida. Cansancio físico, cansancio emocional, cansancio mental. Es un cansancio que no se cura con una noche de 12 horas de sueño, ni con un fin de semana sin estudiar nada. Es un cansancio que no se cura.

Y no hay nada que quiera más que curarlo, ponerle una crema o tomar un analgésico para que se me pase y vuelva a ser la misma de siempre. No entiendo nada, tengo una confusión indescriptible. No me entiendo a mí, ni a los que me rodean, y menos que menos a vos. No entiendo cuál es el límite entre inestabilidad y locura, cuál es el punto en el que ya no voy a estar más cansada sino rendida.

Perdí lo más importante que tenía, y eso son mis ganas. Ya no creo en nada y no tengo más mis ilusiones infantiles de que el que gana es siempre el bueno, el que se esfuerza ni de que si se cree, se puede. ¡Qué ilusa! Papa noel no existe, el sapo tampoco y el príncipe menos. Perdí mis puntos de apoyo, lo que me daba fuerzas. Aprendí que a uno le toca lo que le tiene que tocar, independientemente de cuán buena persona se sea, y que lo único que existe es la cruda realidad y mi cansancio. Lo único que permanece es mi falta de sensibilidad y mi aparente fortaleza espiritual. Hacéme llorar, te lo suplico. Necesito darme cuenta que soy humana y no me privaste de todo.