Monday, December 18, 2006

enrique


A Enrique le parecían inmorales los piqueteros, odiaba ir al supermercado y no sabía usar el horno. A pesar de que tenía como 25 años y vivía solo, su mamá seguía lavándole la ropa y una vez por mes iba una chica a limpiar pisos y ventanas.

No es importante de dónde venía ni adónde iba, porque lo único que nos importa es su imposibilidad de expresar sus sentimientos. Como muchos hombres en este planeta, no podía decir perdón, ni preguntar la dirección para llegar a un lugar. No daba el brazo a torcer en ninguna discusión, y nunca pero nunca era capaz de agradecer algo. Lo que más molestaba, sin embargo, era su falta de expresión. Cuando le regalaban algo, no podía fingir alegría, y si se enojaba, en vez de hablar las cosas se encerraba. No lloraba nunca, por supuesto, porque él siempre estaba bien y "llorar es de maricones". Era soltero y dedicaba sus noches a ver fútbol y tomar cerveza.

Cuando aparecía alguna mujer en su vida, ponía distancia y nunca les contaba de su hermanito, de su padre internado, ni les mostraba sus temas musicales.

El día que lo conocí estaba comprando CD's en un Musimundo de Belgrano. Me llamaron la atención su pelo y sus ojos brillantes. Se reía de algo y se agarraba la panza, casi doblado en dos.

Hice lo que pude por darle emoción y enseñarle a expresarse mejor, pero mis intentos fueron en vano. Era un hombre, y como tal, testarudo.

Démosle tiempo.

La lluvia lo moldeará cual si fuera una roca. Se irá erosionando y el agua de mar le dará su forma. Quizá aparezca alguna sirena que le enseñe a llorar y gritar. Puede que entienda al fin que en la vida no todo son risas y chistes, y que hay gente que sí gotea y duele.

Puede que se vuelva un hombre más.

Esperemos que sí.