Tuesday, September 18, 2007

Uñas rojas


Las uñas rojas tecleaban rápido, tratando de seguirle el hilo al hombre que no paraba ni un segundo de hablar.

E, ese, e, espacio, de, i, a, espacio, eme, e, espacio, efe, u, i, espacio, a, espacio, ele, a, espacio, o, efe, i, ce, i, ene, a, espacio, eme, a, ese, espacio, te, eme, pe, ere, a, ene, o, espacio, qu, u, e, espacio, de, e, espacio, ce, o, ese, te, u, eme, be, ere, e, punto.

Llegaba una instancia en que las uñas ya no escuchaban, no prestaban atención a lo que deliraba el empresario, sino que repetían, automatizadas, las sílabas que se desparramaban en aquella sala circular de techo abovedado.

De vez en cuando paraban, le acomodaban el pelo a la que las sostenía, o le rascaban algún sector de la frente, y luego retomaban su labor incesante, automático, casi mecánico.

En un día normal, a las seis de la tarde las uñas rojas se separaban del teclado, apagaban la computadora, recogían una cartera y un llavero y se iban, cansadas, a introducir las llaves que castañeaban en la cerradura del auto. Conducían luego el volante, ponían los guiños, los sacaban, prendían y apagaban las luces de comando. Aguardaban en el semáforo, inquietas, golpeando suavemente sobre el volante, una uña después de la otra, despacio, más lento, una por una, clac, clac, clac, rojo, amarillo, verde, rojo, amarillo, verde, casi como si quisieran abandonar el vicio cotidiano de apurarse.

Apagaban el motor, cerraban el auto, abrían la puerta de un departamento demasiado chico para ser habitable, comían alguna fruta, y se sentaban frente a una nueva computadora, un nuevo tecleado, una vieja costumbre: seguir escribiendo.

Ele, a, ese, espacio, u, eñe, a, ese, espacio, ere, o, jota, a, ese, espacio.