Mi mundo entró en revolución.
Simplemente se rebeló a intentar escribir, a pensar y diseccionar cual arqueólogo lo que me pasa.
Y asumo que es algo bueno. Tengo mucho que pensar, pero parezco postergarlo infinitamente.
Y si no escribo, no es que no tengo nada que decir. Es sólo que no puedo encontrar las palabras para expresar el encierro en mí misma, el miedo a los cambios y a la decisión de una carrera.
Que te digan todo lo que sos y para lo que servís es muy fuerte y requiere un tiempo de procesamiento.
Y aunque no se pueda decir precisamente que lo estoy procesando, sí estoy tratando de distraerme y divertirme, para que el miedo no me paralice ni me impida salir de mi caparazón.
Para poder mostrarme como soy sin miedo al rechazo.
Y que cuesta, cuesta.